En el 2003, Israel construyó un muro alrededor de Qalqilya, ciudad del territorio palestino. La única apertura que hay es estrecha y está custodiada por un soldado de la potencia ocupante. Los sentimientos surgidos por la situación, como el enfado, la incredulidady la protesta fueron silenciados. Los residentes están paralizados. Sus legisladores pasan la mayor parte del tiempo presos en cárceles israelíes, sin siquiera ser acusados. Las condiciones en las que se encuentra la ciudad son alarmantes: nada entra ni sale, la gente está casi muerta, y un alto porcentaje de la población padece de depresión.
Pero el encierro no sólo ha afectado la salud de las personas, la economía se encuentra estancada y aislada. Hace 10 años, miles de israelíes hacían sus compras allí. Qalqilya era una de las ciudades más ricasde Cisjordania. Ahora los clientes israelíes se perdieron, y a los habitantes se les impidió acceder a sus tierras, prácticamente liquidaron su agricultura. “Hay desempleo, pobreza y estrés”, indicó Arwa Shanti, responsable de la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados en Palestina en Oriente Medio. El tiempo en que palestinos e israelíes interactuaban en la ciudad se acabó.
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