La elección de Obama, y la mayoría alcanzada por los demócratas en el Senado y la Cámara de Representantes no es una garantía de que habrá una reforma como la que demandan los migrantes y sus organizaciones. La necesidad de la reforma se intensificó el mismo día de la elección, ya que comenzó una nueva etapa en la lucha de los latinos e inmigrantes.
Los líderes buscan que la reforma migratoria sea una de las diez prioridades internas del nuevo presidente. Y están dispuestos a ejercer presión para no dejar que olvide su promesa. El plan a seguir es ir el 1 de enero a Washington para demandar una reforma y el fin de las redadas. No debe olvidarse, insisten los organizadores de la primera marcha de la era Obama, que el voto latino creció 30 por ciento respecto de 2004 y que 67 por ciento de los hispanos votaron por el ganador y los legisladores que le acompañarán en la tarea de lograr, ahora sí, una reforma que haga justicia a las familias perseguidas y acosadas.
Se busca una reforma migratoria para reunificar a las familias que hoy se encuentran divididas y una parte de ellas está fuera de los Estados Unidos; igualmente buscarán que se permita la entrada legal y ordenada, de acuerdo a las necesidades de los Estados Unidos, de trabajadores temporales, que también tengan la opción a solicitar la residencia permanente.
Los líderes migrantes presumen que el presidente electo Barack Obama no podrá presentarse a una siguiente elección, dentro de cuatro años sin haber impulsado una reforma migratoria; y los republicanos ya han reconocido que el voto de los latinos es algo que deben recuperar.
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