

Las condiciones atroces de existencia de la población de Gaza hacen imposible la posibilidad de progreso y modernización, ya que –en opinión de gente que lo ha presenciado- son condiciones de miseria atroz, indescriptible, en que languidecen, sin trabajo, sin futuro, sin espacio vital, en las cuevas estrechas e inmundas de los campos de refugiados o en esas ciudades atestadas y cubiertas por las basuras, donde se pasean las ratas a la vista y paciencia de los transeúntes, esas familias palestinas condenadas sólo a vegetar, a esperar que la muerte venga a poner fin a esa existencia sin esperanza, de absoluta inhumanidad, que es la suya. Son esos pobres infelices, niños y viejos y jóvenes, privados ya de todo lo que hace humana la vida, condenados a una agonía tan injusta y tan larval como la de los judíos en los guetos de la Europa nazi, los que ahora están siendo masacrados por los tanques de Israel, sin que ello sirva para acercar un milímetro la ansiada paz. Por el contrario, los cadáveres y ríos de sangre de estos días sólo servirán para alejarla y levantar nuevos obstáculos y sembrar más resentimiento y rabia en el camino de la negociación.
La sociedad israelí ha vivido un proceso de derechización radical y llegado a la conclusión de que no hay acuerdo razonable posible con los palestinos; y que, por lo tanto, sólo una política de fuerza, de represión y castigo sistemáticos los doblegará, haciéndoles aceptar, al final, una paz impuesta según las condiciones de Israel. Cabe recalcar que, según las encuestas, más de dos tercios de los israelíes aprueban la acción militar contra Gaza.

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