En el operativo realizado el jueves 16 de octubre, en aquella mansión en el Desierto de los Leones, donde se encontraron animales salvajes, Víctor Gerardo Garay, entonces comisionado de la Policía Federal Preventiva (PFP), decidió pasar ahí un buen rato con mujeres del festejo. El operativo de la PFP tenía la finalidad de detener a peligrosos narcotraficantes colombianos asociados a los hermanos Beltrán Leyva, en la fiesta de cumpleaños de Juliana López, novia de Harold Poveda, apodado “El Conejo” y principal socio colombiano de los hermanos sinaloenses. Pero “El Conejo” logró huir, y eso no pareció molestar a Garay, al contrario, se instaló en la mansión e inició su propia fiesta. La tropa se apoderó de la mansión. Comenzó a golpear al resto de los invitados al jolgorio. Formaron a los hombres en el jardín y comenzaron a golpearlos y torturarlos. Otras tres mujeres colombianas fueron llevadas a un cuarto, donde las interrogaron.
Uno de los detenidos les dijo que tenía 500 mil dólares en su casa, pero, cuando llegaron a su departamento, no había más que 30 mil. Un jefe policiaco lo obligó a llamar a Colombia para pedir que le depositaran medio millón de dólares.
Esto se sabe ya que el subordinado de Garay, el comandante Edgar Bayardo, soltó una cascada de denuncias luego de que Garay lo culpara del robo de dos bolsas con dinero, mismas que Bayardo le entregó al jefe el día del operativo.
Una vez más, la institución más corrupta deja notar la falta de moral y de capacidad para realizar su trabajo más fundamental: dotar de seguridad al país. Cuando los mismos policías son los que protegen a los narcotraficantes, los que aparentan hacer operativos para detener a un delincuente pero lo que hacen es asaltar una casa, los que en lugar de inspirar confianza inspiran asco y miedo, entonces, ¿qué va a pasar en México, un país que no tiene quién procure la seguridad y proteja a los ciudadanos?
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