La crisis del capital en su capital está provocando una urgente misión que se encuentra ahora en el centro del debate nacional en los Estados Unidos: cómo rescatar al capitalismo de sí mismo. “Estamos atravesando por una crisis financiera más severa e imposible de predecir que cualquier otra en nuestras vidas”, escribe hoy el secretario del Tesoro de Estados Unidos Henry Paulson, “sí hemos aprendido algo a lo largo de este año: hemos aprendido que esta crisis financiera es impredecible y difícil de contrarrestar”.
Las promesas de acción por parte de los políticos no es suficiente para los aproximadamente 10 millones de desempleados y unos 17 millones más subempleados, los cientos de miles que este año están perdiendo sus hogares por la crisis hipotecaria, junto con hasta 5 millones de familias cuyas hipotecas estarán en riesgo en los próximos dos años si no se hace algo ahora; y los jubilados que han visto esfumarse sus fondos de ahorro.
Mientras ellos sufren, observaron cómo los primeros mandatarios y sus secretarios de finanzas cenaron de lujo en la Casa Blanca, donde prometieron “mayor cooperación” y programaron otra cena, es decir, cumbre, para tomar acción urgente… en abril de 2009.
El propio presidente G.W. Bush defiende su mantra de “libre mercado y libre comercio”, lejos de aceptar la realidad de esta fe: es insostenible sin una intervención masiva del Estado.
El próximo gobierno tendrá que restablecer su papel en la economía, sobre todo la inversión en infraestructura, salud y educación, y una nueva evaluación del “contrato social”, que se ha abandonado desde los tiempos de Ronald Reagan.
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